Y se apagó la noche
Nació de nuevo el día en sus haceres
Y la vida empezó de nuevo, llena
De sueños, ajetreos y faenas
Amores, inquietudes y placeres.
Y despertó la tierra
Y los pastores otra vez cantaron lejos
Sobre los montes, blancos de rebaños
Como cantaban antes, muy antaño
Viejas canciones los pastores viejos
Y recayó la lluvia
Sobre la seca manta del verano,
De nuevo los regueros sonreían
Las hierbas de placer se retorcían
Apresando la lluvia entre sus manos.
Y respiró la vega
Saliendo del sopor de la sequía
Miles brotaron perlas de verdura
en florecer de rojas araduras
Cuando en los surcos se acostaba el día.
Y el labrador cantaba
Coplas y anhelos tras el ciego arado
Que hendía de la tierra la corteza
Embriagado de ver tanta riqueza
Y tanto sueño en el terrón mojado.
Y la canción surgía
Entre los surcos tiernos, humeantes,
Es el labriego con su larga hijada
Que arrea su pareja ya cansada
Rimando el ritual”arre pá lante”
Y resonaba el eco
De otros labriegos y de otras canciones
Misma esperanza, mismas alegrías
Mismo gozar, divina sinfonía
De cantos empapados de ilusiones.
Y sonreía el sol
Sobre la lluvia y el sudor sembrado
Y respiraba niebla el suelo en su hendidura
Al enterrar su mugre y su verdura
Al paso silencioso del arado
Y se duerme la tarde
El sol se va escondiendo colorado
La noche va envolviéndose en la vega
El hombre, terminada la tarea,
Bebe en sudores, de su bota un trago
Y tras el lento andar
Sobre las piedras gime el viejo arado,
Erguido sobre el yugo en manjera
Y el hombre sueña rica sementera
Canso y feliz camino del poblado.