A un viejo fresno quemado, renegrido
moribundo, entre las zarzas escondido,
sigilosas, como al olmo de Machado,
“algunas hojas verdes le han salido”.
En su vientre hueco y negro, las hormigas
un volcán han encendido;
y en un nudo caronjoso, dos jilgueros
de su amor han hecho el nido.
Sus cantos y sus revuelos,
el vaivén de las hormigas, el zumbido
de moscardones borrachos lo sacuden,
está rejuvenecido.
El sol de la primavera,
el perfume de las flores desprendido,
la caricia de la brisa, impertinente,
de domingo lo han vestido.
El verano y sus calores
y los soles de carbones encendidos
han quemado la verdura de sus hojas
y se ha quedado dormido
El otoño y sus colores
y las hojas amarillas que han caído
y el cuchillo de los vientos afilados,
lo han dejado dolorido.
El invierno y sus rigores,
las heladas y las lluvias han roído
sus raíces deslavadas, y cansado
sobre el suelo se ha tendido.
Viejo fresno que agonizas
entre zarzas y salgueras junto al río,
con la nueva primavera volveremos
para ver si nuevas hojas te han salido.