La historia de Candelaria

Cuento

La historia de Candelaria

Erase una vez un viejo pais fantástico y luminoso, llamado Candelaria. Candelaria era una isla fuera del tiempo y lejos del espacio situada en alguna parte cerca de ningún sitio.
Los Candelarios, originarios de Quijotía, país lejano del Continente de Cervantía,, vivían y hacían las cosas por instinto, siguiendo el ritmo de la naturaleza, guiados por las estrellas y los vientos.
En Candelaria no había jueces ni abogados ni policías ni militares. Si un conflicto surgía entre dos Candelarios, los viejos Candelarios, los Sabios, lo resolvían sin castigos, sin prisión, sin multas, solamente con consejos, buenas palabras y sentido común.

El ritmo de la vida en Candelaria lo dictaban el sol y la luna y las diversas actividades eran anunciadas por las campanas del viejo campanario de Candelaria, que sonaban varias veces al día para anunciar a lo Candelarios cada una de las tareas que debían realizar.

Los Candelarios no conocían las nociones de Antes, Después, Cerca , Lejos. Desde el salir a la puesta del sol y desde el apuntar a la desaparición de la luna, vivían libres y joviales.
Las chabolas en que los Candelarios vivían no tenían llaves, las puertas estaban siempre abiertas.
Los Candelarios no conocían la mentira, solamente las bromas, los chistes y los acertijos.
La ayuda mutua entre Candelarios era norma de vida..

Los Candelarios se alimentaban solamente de agua, que día a día acarreaban hasta el vientre de una montaña, llamada La Montaña del Agua.
Cada Candelario tenía derecho a llenar su cántaro en la fuente de la Montaña, según su necesidad. Había varios caminos para subir a la Montaña del Agua, el más corriente era el Camino del Trabajo.

Los Candelarios, al llegar a los sesenta otoños, a fuerza de andar el camino del Trabajo, perdían prácticamente el uso de sus piernas. Por eso los jóvenes debían acarrear el agua para los ancianos.

Tres personajes principales dirigían Candelaria, el Jefe Candelario, con la ayuda del Consejo de Sabios, el Candelario Medicador que cuidaba a los Candelarios, cuando estaban enfermos y el Maestro Candelario que se ocupaba de la educación de los pequeños Candelarios.

El Consejo de Candelaria participaba con los Candelarios en el pago del Candelario Medicador y del Maestro Candelario. Así funcionaba Candelaria y los Candelarios eran felices.

El trabajo de los Candelarios consistía en cavar zanjas para traer a Candelaria el agua de los numerosos manantiales que existían en el terreno de Candelaria y subirla a la Montaña del Agua, cuya fuente debía estar siempre llena para que nunca faltase agua ni para los jóvenes ni para los viejos Candelarios, a quienes los jóvenes aportaban cada día el agua que necesitaban.

Un buen día, los Candelarios, mientras trabajaban haciendo la zanja del agua, vieron llegar a Candelaria un Señor muy bien parecido, elegante, simpático, que había decidido instalarse en Candelaria con su señora y sus dos hijos. Se llamaba. D. Progreso, su señora, Dña Moda, sus hijos, Crédito e Hipoteca, muy discretos los dos.

D. Progreso hablaba muy bien y sabía de todo. Decía haber estudiado la forma de vivir de los Candelarios e inmediatamente les explicó que trabajaban demasiado, que debían tratar de vivir mejor, trabajando menos, que para traer el Agua no era necesario cavar como ellos lo hacían. Existían, según él, aparatos modernos, rápidos y económicos, que además trabajaban solos..

No tardó en convencer a la mayoría. Los Candelarios empezaron a quejarse ante el jefe de Candelaria de que en Candelaria trabajaban demasiado, de que en Candelaria no había tren ni discotecas, ni vacaciones, ni tiendas.
Las Candelarias protestaban igualmente por que querían fumar, pintarse los labios, maquillarse, como D. Progreso les decía que lo hacían las mujeres en otras lejanas Candelarias.

D. Progreso terminó convenciendo al jefe de Candelaria para que en lugar de contratar a los cincuenta Candelarios necesarios para cavar cada nueva zanja, contratara a un amigo suyo, que haría la zanja antes y mejor que los cincuenta Candelarios juntos permitiéndole, además, realizar sustanciales economías. .

Convencido por el discurso de D. Progreso, el jefe Candelario decidió llamar a ese hombre, propietario de uno de esos aparatos. Se llamaba D. Patrón y el aparato era un Tractopellum (Pala Mecánica).
Los Candelarios podrían así quedarse en sus chabolas, ir a jugar a las cartas al café de Candelaria y tendrían tiempo libre para pasear por las calles de Candelaria.
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Pocos soles después, los Candelarios vieron llegar a Candelaria una especie de gigante rarísimo, enorme, con ruedas enormes, que andaba solo, con un pico enorme semejante a una masera con dientes.
Venía de muy lejos; el propietario, D. Patrón, era también de muy lejos y los dos empleados, el tractopalador y el ayudante palador venían igualmente de una lejana Candelaria.

Los Candelarios acudían cada mañana , admirativos, a contemplar cómo el tractopalador, sentado sobre el lomo del monstruo, cavaba la zanja, rápidamente, sin cansancio alguno. Era fantástico.

Naturalmente, los Candelarios, que tenían todo el tiempo libre, empezaron a ir más a menudo al café, a visitar a los tenderos que D. Progreso hacía venir a Candelaria con numerosos artículos modernos y empezaron a gastar la Candela ( la moneda de Candelaria), que habían guardado los años anteriores.

Pero pronto las mujeres Candelarias empezaron a quejarse de que les faltaba Candela para comprarse los nuevos mejunjes y de que el Agua empezaba a mermar en la fuente de la Montaña del Agua.

Es que D. Patrón, en lugar de llenar la fuente con el agua que traía por la nueva zanja, guardaba la mayor parte del agua en su propia fuente reservándola para su familia y para sus amigos y cuando un Candelario necesitaba agua debía pagarla.

El Candelario Medicador, que empezaba a su vez a sufrir de la falta de agua, se vio obligado a abandonar Candelaria, dejando a los Candelarios sin cuidados ni remedios, lo que les obligaba cuando estaban enfermos a ir a cuidarse a otras Candelarias.

Sin duda a causa de la falta de cuidados, al cabo de algunas lunas, empezó a propagarse por Candelaria una enfermedad rara, que los magos , después de largas investigaciones, lograron identificar.
Era la epidemia del Paro. Los primeros afectados fueron los hombres entre 25 y 50 años. Sus síntomas principales, la tristeza, el envejecimiento, la miseria..

Según los Magos, el único remedio para curar esta enfermedad era el Trabajo, pero en Candelaria no lo había, D. Patrón y su Tractopalador lo habían acaparado y no lo daban, ni siquiera lo vendían..

Siguiendo nuevas investigaciones los magos descubrieron un segundo remedio, El Cambio de Clima. Los Candelarios debían emigrar a otras Candelarias en las que lo encontrarían. Muchos Candelarios se fueron en su busca y desde el nuevo Clima enviaban un poco de Candela para sus familias y para los ancianos..

Algunos magos hablaban de un remedio, sobre el que continuaban a investigar y que podría sustituir el cambio de Clima e incluso el trabajo, pero, según ellos, no existiría en el mercado antes de muchos soles, se trataba de la Indemnización.

Candelaria empezó a vaciarse de sus habitantes, solamente quedaban ancianos, algunas mujeres y algunos niños. Se cerró la escuela, después del Candelario Medicador, se fue el maestro Candelario, la mayor parte de las chabolas se cerraron. La vida en Candelaria desaparecía poco a poco..

Los Candelarios, acostumbrados a vivir en sus chabolas, con puertas, con corrales, con huertos, estaban obligados, al irse a otras Candelarias más grandes y modernas, a vivir en jaulas amontonadas unas encima de otras, en las que los iban metiendo a medida que llegaban. Para hacer fuego, en lugar de la leña que usaban en Candelaria, debían servirse de unos bidones verdes o colorados, malolientes y peligrosos, que debían pagar.

Descubrieron el Tiempo, el espacio, las distancias, el ruido. Iban a su trabajo en jaulas con ruedas, algunas, grandes, en las que iban amontonados, otras, más pequeñas en que iban solos, sin hablar con nadie. Las calles de las nuevas Candelarias se llenaban cada mañana y cada tarde de esas jaulas.
De cuando en cuando, una luz roja los paraba para que los otros Candelarios pudieran atravesar la calle.
Tardaban mucho más en recorrer el camino en sus jaulas con ruedas que en Candelaria a pie y para hacerlas andar debían alimentarlas con una agua que olía mal y que debían comprar muy cara en una especie de fuente hecha de cajones metálicos muy extraños.

D. Progreso, que los visitaba cada día, les explicaba que eso era el tributo que debían pagar a D. Confort y a D. Modernismo, los nuevos jefes de las nuevas Candelarias, cada día más exigentes, pero les aseguraba que pronto se acostumbrarían y serían felices.

Al cabo de cierto tiempo, cuando los Candelarios se iban acostumbrando, pensando haber encontrado el remedio eficaz para su enfermedad del Paro, empezaron a sentir los síntomas de otras enfermedades nuevas, la depresión, la soledad, y una muy frecuente, El Estrés, dolorosa e incurable.

Mientras tanto, los viejos Candelarios, que se habían quedado en Candelaria, se iban muriendo poco a poco por falta de Candela y por falta de agua, pues no había en Candelaria jóvenes para acarrearla.
La fuente de la Montaña del Agua, que solamente podían llenar los Candelarios que trabajaban, se secó y terminaron muriendo todos los ancianos.

La fuente de D. Patrón, al contrario, estaba cada vez más llena, pero ningún Candelario ni Candelaria podía acercarse a llenar su cántaro. Estaba vigilada por unos guardas, llamados Políticos, que llenaban alegremente y en abundancia sus propios cántaros, que repartían entre sus amigos y familiares.

Con objeto de organizar Candelaria y de hacer de ella un país moderno, los políticos habían eliminado el Consejo de Sabios y habían cogido el poder en Candelaria. Por razones de seguridad cerraron los caminos de acceso a la Montaña, empezando por el camino habitual de los Candelarios, el Camino del Trabajo.

Pretextando que D. Patrón debía comprar nuevos Tractopellums para continuar a cavar las nuevas zanjas, los políticos exigían de los Candelarios, derechos de acceso al agua, que llamaban Tasas.
Finalmente la vida en Candelaria llegó a ser imposible para los Candelarios que en su inmensa mayoría se vieron obligados a huir de Candelaria, dejando Candelaria prácticamente vacía.

Un buen día, un Candelario llamado Candelario Medio, cansado de vivir en su jaula, en la nueva Candelaria a la que había emigrado, cansado de las luces rojas y de su jaula con ruedas, enfermo de numerosas nuevas enfermedades, decidió volver a Candelaria. Quería volver a su vida de antes, volver a cavar con su pico y su pala, volver a su chabola, en su Candelaria natal, como antes..

Ni sus hijos ni su Candelaria le siguieron. Los hijos no conocían Candelaria, y la Candelaria que había olvidado la Candelaria natal prefería vivir en la Candelaria Moderna. Pero nada ni nadie impediría al Candelario Medio volver a su Candelaria decidido a recobrar su infancia de Candelario feliz.

Llegado a Candelaria y viendo que nada o casi nada quedaba de sus recuerdos de infancia, triste y desesperado, se fue al café de Candelaria, con intención de ahogar su pena en el vino. Nadie lo conoció. Sus enfermedades y su tristeza lo habían cambiado profundamente. Finalmente, se dijo casi llorando, “No soy más que un viejo Candelario desconocido y amargo, extranjero en mi propia Candelaria.”

Cuando, triste y solo, trataba de olvidar emborrachándose, se le acercó un individuo raro, pobre, barbudo, viejo como él, pero con un discurso inteligente y decidido que despertó enseguida su interés.
Era otro Candelario, emigrado como él de Candelaria en busca del remedio a la enfermedad del Paro. Había comprendido que el remedio era peor que la enfermedad y había decidido como él, volver a su Candelaria natal. Odiaba a D. Confort y a D. Progreso. Se llamaba Candelario Revolucionario.

Hablaron y bebieron durante toda la noche. Decidieron rehacer la Candelaria original en la que todos los Candelarios trabajarían juntos, sin Patrón, sin Políticos, sin policías, sin escuchar las promesas de D. Progreso, dirigidos por el jefe y por los Sabios, como antes..
Decidieron volver a abrir la fuente de Candelaria, decidieron que los jóvenes la llenarían de nuevo de agua, y que, como ellos lo habían hecho, la acarrearían para los viejos Candelarios.

Así nació, en una larga noche de discusión y de borrachera entre dos viejos Candelarios, la Revolución de Candelaria. Nunca fue más apropiado el adagio latino “ In vino Veritas”.

A la mañana siguiente alertaron a todos los amigos, antiguos Candelarios como ellos. Inmediatamente, todos unidos, decidieron quemar al Patrón, quemar a los Políticos, quemar a D. Progreso, a su señora Dña Moda, a sus hijos Crédito e Hipoteca, que habían conseguido apoderarse de varias chabolas en Candelaria, decidieron abrir las chabolas y devolverlas a los Candelarios a quienes Dña Hipoteca las había robado, decidieron prohibir que nadie en Candelaria pudiese hacer jaulas como las de las Candelarias modernas que habían conocido, decidieron que todos irían a cavar las zanjas, a pie, sin jaulas con ruedas, hablando juntos, como antes, decidieron que volvieran el Candelario Medicador y el Maestro Candelario y que los jóvenes volverían a ocuparse de sus ancianos, como antes.

Tal fue la Revolución de Candelaria, decidida y organizada por dos viejos borrachos en un café de Candelaria, sin que nadie haya podido sospechar que la nueva felicidad Candelaria tuvo su origen en el fracaso rotundo de dos señores, D. Progreso y D. Político y sobre todo en la decisión tomada en una noche de borrachera por dos viejos Candelarios, Medio y Revolucionario, enfermos de nostalgia de su vieja Candelaria..

Estamos en el año 3025. Un bando de Candelarios Solarios, venidos de una lejana Candelaria, llamada Solaria, han llegado a Candelaria, guiados por su jefe Candelario Solario, para aprender la doctrina de la felicidad Candelaria, e impedir que lleguen a su Candelaria Solaria otros D. Progreso, D. Patrón, D. Crédito, Dña Hipoteca y antes de que los viejos solarios mueran por falta de agua, como los viejos Candelarios.

Al final de su estancia y como recuerdo de sus viaje a Candelaria, El Candelario Sabio entregó a cada Candelario Solario un pergamino de la doctrina Candelaria, con las tres sabidurías:

  • El remedio contra las enfermedades de los Candelarios es el trabajo para todos los Candelarios.
  • Debe ser el provecho del trabajo y no solamente los trabajadores Candelarios, quien llene de Agua la fuente de la Montaña del Agua para que el Agua no falte a los viejos Candelarios
  • Todos los Candelarios deben tener Seguridad de Trabajo trayendo el Agua hasta los sesenta otoños. Así, cuando, viejos, deben abandonar el Trabajo, les quedará la Seguridad y el Agua.

Al jefe Candelario Solario, el Candelario Sabio le ofreció un magnífico cofre tallado en madera de Candelaria, que contenía las tres llaves de la felicidad Candelaria: un puñado de tierra de zanja, símbolo del Trabajo, unos granos de semillas, símbolo de la Salud y un Vaso de Agua, símbolo de la vida de Candelaria y del respeto de los Candelarios hacia los viejos Candelarios

Durante el largo viaje de regreso de los Solarios a su Candelaria Solaria, los granos de semilla se mezclaron con la tierra y el agua del vaso se derramó sobre las dos.
Al abrir el cofre, a su llegada a la Solaria, el Sabio Solario y sus Candelarios Solarios observaron sorprendidos que un árbol había crecido en el interior del cofre. Era el árbol de la Felicidad.

De sus ramas se desprendía un agradable perfume, que inundó inmediatamente el aire de la Candelaria Solaria, era el perfume de la Paz.

Los rayos de la luz de la Candelaria Solaria, reflejándose en una gota de agua que aún rodaba sobre la tierra, dibujaron un inmenso Arco luminoso de mil colores, que se extendió súbitamente sobre el cielo, uniendo las dos lejanas Montañas del Agua e iluminando todas las Candelarias. Era el Arco Iris.

Los Sabios del Consejo de Sabios de todas las Candelarias decidieron que el Arco Iris, nacido del Trabajo y de la Paz, sería, en adelante, la Bandera de la Candelaria Universal.

Esta historia pudo tener su origen en un hecho real y su desenlace final pudiera ser el que acabamos de imaginar.